He decidido publicar esta entrada sobre el libro que acabo
de terminar de leer: "El Triunfo del Dinero". A pesar de haberse
tratado de una lectura obligatoria, ha sido muy enriquecedora porque me ha
ayudado a entender conceptos básicos sobre la economía moderna que estoy seguro
me servirán en el futuro.
En esta publicación, he querido
extraer del libro la historia sobre el origen del dinero. En sus numerosas
conquistas por el mundo, los españoles del siglo XVI fueron conocidos por su
ansiosa búsqueda de metales preciosos, especialmente en las recién descubiertas
Américas. Durante años, usaron a los nativos para la explotación de los
yacimientos de plata encontrados en el Nuevo Mundo. En condiciones terribles,
obligaban a los indígenas peruanos a trabajar día a día en el Cerro Rico de
Potosí, un simétrico monte con grandes vetas de mineral de plata pura y que fue
descubierto por el conquistador Pizarro.
En poco tiempo, el Imperio
español amasó enormes cantidades de plata que lo convirtió en la nación más
rica de todo el continente. El metal rápidamente se estableció como moneda de
cambio europea y el comercio se disparó. Pero poco a poco, conforme los barcos
seguían llegando al puerto de Sevilla cargados de plata, esta se extendía más y
más por los países vecinos que habían establecido ya una relación de trueque con
los españoles. No tardó la plata en convertirse en un metal al alcance de
cualquiera en Europa. Por lo que la gente poco a poco fue perdiendo su interés
en ella y las grandes toneladas que seguían llegando de América se habían
quedado obsoletas. Pronto se recurrió a nuevos métodos de pago y el Imperio
dejó de ser tan infinitamente rico como pensaban. La plata había perdido su
valor intrínseco dado su abundancia.
No puede existir mejor historia
para explicarles a los niños que se pregunten por qué no imprimir más billetes
para la gente pobre. El error de los españoles sirvió de lección para los
modelos financiero futuros y nos ayuda a comprender como actualmente el dinero
sigue siendo aquello que vale lo que el otro esté dispuesto a darnos por él.
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