Siguiendo
en la misma línea que nuestra anterior publicación, nos encontramos con una
nueva multitudinaria protesta contra el ya famosísimo ministro de
Educación, Cultura y Deporte, don José Ignacio Wert. Esta vez, reflejada en
colas interminables por ver una película en la gran pantalla.
El pasado 21 de Octubre y hasta el 23, fue
convocada la llamada Fiesta del Cine en algunos cines de toda España. Los
responsables fueron productores, distribuidores y exhibidores de cine, contando
con el apoyo del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales
(ICAA), y consistió en rebajar el precio de las entradas para cualquier
película hasta 2,9 euros durante los tres días que duró el evento. Actualmente,
el precio normal de una entrada es de 8 euros o 9 en caso de que sea en 3d. La
diferencia de 5 euros provocó que 1,5 millones de espectadores asistieran a las
salas, abarrotando cines con colas ininterrumpidas. Familias, parejas y grupos
de amigos no dejaron escapar la oportunidad de ver cualquier película por este
reducido precio, a pesar de que no hubiese ninguna película de su preferencia
en cartelera. Un 663% más de personas de las que habitualmente consumen el
llamado Séptimo Arte, no podía pasar desapercibido.
El citado ministro, no tardó en pronunciarse
en felicitación de los organizadores de la Fiesta del Cine, que habían
conseguido un enorme éxito público. Destacó también la importancia de que dos
películas españolas (“Las brujas de Zugarramurdi” y “Zipi y Zape y el club de
la canica”) se beneficiasen de estos tres días laborables. Pero de igual
manera, el asombroso número de personas que fue partícipe de la Fiesta, hizo
que otras muchas situadas por detrás en la cola, no pudieran asistir a muchas
de las películas en emisión (especialmente los estrenos) debido a que las salas
estaban llenas o que quedasen los peores asientos. Mucha gente que esperó horas
hasta llegar a la taquilla, no pudo ver lo que quería o tuvieron que invertir
el bajo coste en otra película. Si bien es cierto que una Fiesta del Cine todos
los días diluiría este número de espectadores y no estarían tan concentrados,
las dificultades de comprar la entrada que queremos subirían considerablemente.
Además, económicamente el ministro Wert declaró que estos bajos precios no son
“indefiniblemente sostenibles”. Aun así, los mismos organizadores no se rinden
y siguen adelante con nuevas ofertas que inciten a la gente a venir al cine y a
querer gastarse el dinero en el mismo. Estos acontecimientos nos invitan a
pensar en cómo la publicidad engañosa nos hace creer que el principal problema
de esta industria es la piratería y los derechos de autor, cuando a la vista
está que la gente no piensa en eso cuando opta por no ver una película en la
gran pantalla; probablemente estén más preocupados en su cartera y en lo vacía
que queda cuando un padre de familia tiene que invitar a todos sus hijos.